BLOG
Mi mundoHistorias InspiradorasRecetasAlimentación EspecialAutismo
EL CENTRO
RECETAS
EBOOKS
SOBRE MÍ
CONTACTO
SERVICIOS
Sesión 1 a 1
© 2014 Mamá Especial - Todos los derechos Reservados.

El príncipe azul que llenó nuestro mundo de colores

El príncipe azul que llenó nuestro mundo de colores
   

Informática es mi profesión, Gerente Comercial era mi cargo, pero Juan Andrés es mi orgullo y mi logro más grande en la vida. Después de estudiar y trabajar en el área tecnológica durante más de 6 años, me di cuenta de que me gusta, sí, pero no es mi pasión... ¿Qué me apasiona entonces? ser la Mamá Especial de Juan Andrés.

Nunca pensé que esto pasaría, siempre soñé  que mis hijos irían al colegio durante todo el día mientras yo desarrollaba mi carrera y tenía éxito en mi propia empresa, pues ser mamá no era lo principal sino lo "normal" según la sociedad. Ya empezando tesis y a punto de graduarme, mi esposo y yo decidimos dejar nuestros trabajos y hacer nuestra propia empresa, en ese proceso, llegó la noticia de que vendría a nuestro hogar un angelito, el cual al llegar cambió todo con su magia. Logramos abrir nuestra empresa, en la cual trabajamos actualmente, pero lo que me preocupaba era quedarme en casa con el bebé, hice varios intentos de dejarlo con alguien que lo cuidara mientras yo trabajaba buscando razones: que si iban a decir que el embarazo no me dejó alcanzar mis metas, que no me destacaría en mi profesión, que después de tanto esfuerzo solo quedaría para "ama de casa", etc. Siempre que intentaba trabajar de lleno por cualquiera de las razones anteriores pasaba algo, el bebé necesitaba más tiempo del que tenía y casi no tenía tiempo para trabajar... y sinceramente tuve ayuda de mi familia, sobre todo de mi madre y la madrina consentidora, que me ayudaban cuidando al bebé en casa cuando me tocaba trabajar, pero no podía ni quería despegarme de mi hijo, simplemente porque lo amaba tanto que era lo más importante en mi vida, no me imaginaba dejando al niño en un maternal todo el día mientras yo me dedicaba a trabajar... ¿Qué cosas no? 

Cuando Juan Andrés tiene 1 año y medio me decido a ver qué hacía con mi vida, pues disfruté mucho de la maternidad durante varios meses y lo seguía haciendo, pero ya era hora de pensar que haría, a pesar de que trabajaba desde la casa, tenía muchas interrupciones y mi esposo necesitaba ayuda en la oficina, pero no podía dejar al bebé con mi madre y la madrina todo el día todos los días y tampoco estaba dispuesta a dejarlo en un maternal hasta que hablara por lo menos, porque tenía miedo que le pasara algo y no supiéramos, así que decidí alternar el trabajo, unos días en la oficina y otros en casa. ¡Excelente opción! 

Ya cuando Juan Andrés pasa los 2 años nos dimos cuenta de que ya casi no hablaba, ni cantaba o bailaba, no parecía ser feliz y comenzaba a actuar diferente, me preocupaba pero no decía nada porque no quería preocupar a los demás y pensaba que era mi culpa, ya que en meses anteriores había tenido que viajar fuera del país por cosas de trabajo. Las personas a mi alrededor decían: "eso es normal, fulano habló a los 3 años", "eso es porque se chupa el dedo, échale limón", "es que lo cargas muy consentido y te manipula", "si lo dejas con la abuela todo el día te lo malcría y por eso se pone así", entre otros comentarios y horribles recomendaciones que no escuché (menos mal). Entonces decidí consultar al pediatra más recomendado, con muchos años de experiencia, miles de pacientes, que había atendido a todo el mundo y bla bla bla, ¿cómo iba a dudar consultarle? pues su respuesta fue: "es normal en niños así, que se chupan el dedo, lo cuida la abuela y lo consienten demasiado. Deben meterlo a la escuela para que cambie su actitud y deje de manipular, ya verán que habla rapidito". No podía creer que me hubiese dicho eso sin siquiera revisarlo por si tenía algo o mandarle unos exámenes, entonces pensé que algo raro estaba pasando, no porque todos pensaran diferente a mí (porque siempre he sido "al revés" y tengo mi propia opinión de las cosas), sino porque desde que me embaracé sigo consejos de maternidad y crianza consciente, que me han abierto los ojos y sé que el cuidar de mi bebe, consentirlo o responder a sus necesidades emocionales NO es la causa de que lo que tiene.  ¡Pero algo tiene!

Buscando ayuda pasamos de un profesional a otro y finalmente llegamos a este diagnóstico: "Su hijo está dentro del Espectro Autista con un nivel moderado" ¿Mi reacción? La lógica reacción de una madre "al revés": sentí alivio.... SÍ ALIVIO, porque duramos más de 6 meses de terapia en terapia, cambiando de pediatra y mi hijo cada día estaba más cambiado, hacía cosas extrañas, se retraía más, ya no era feliz, no le gustaban los abrazos ni sus comidas favoritas, todo había cambiado en tan solo 6 meses y yo no sabía qué hacer, me culpaba y cada noche lloraba preocupada, cada niño de su edad que veía jugar, hablar y reírse me hacía sentir mala madre y pensar ¿qué hice mal?. Pero cuando me dicen que mi hijo tiene Autismo y me explican el plan a seguir, las terapias que necesita y como debemos actuar, las cosas para mí cambiaron en un segundo y todo cobró sentido, me di cuenta que ignoraba características que para mí eran normales de cualquier niño, pues no tenía otros niños para comparar. Entonces no era mi culpa y para qué iba a llorar o preguntarle a Dios ¿por qué? si ya había pasado 6 meses en eso y no tenía más tiempo que perder, ya tenía la respuesta, solo había que tomar cartas en el asunto y trabajar en las claves de la mejora para lograr la inclusión: tiempo, paciencia, perseverancia, amor y nunca rendirse

A partir de ese momento mi vida tuvo otro cambio, tuve que correr literalmente a buscar un maternal porque era necesario que mi hijo "imitara" las actitudes de los demás niños, conseguirle cupo urgentemente en varias terapias necesarias, y dedicarme a ser mamá, terapeuta, empresaria, chofer, nutricionista y de paso megacocinera porque hasta la dieta nos cambió. Entonces esto pasó de ser el diagnóstico de un trastorno del desarrollo a un estilo de vida... ¿y cómo me las arreglo ahora? bueno no les voy a mentir, algunas veces colapso, me vuelvo loca y quiero salir corriendo, pero la verdad es que ver a mi hijo sonreír y poco a poco ir "despertando" no tiene precio. 

Después de casi 2 años con este estilo de vida ya estamos acostumbrados, más organizados y felices, el niño al colegio en las mañanas mientras yo trabajo desde casa, en las tardes lo llevo a las terapias y de regreso hago actividades con él en casa, hasta que llega papá de la oficina y convierten el baño en una jungla con animales y espuma, solo voy a la oficina el día que no hay terapia y por fin todo vuelve a la normalidad, tengo tiempo para organizarme y pensar cuál será el siguiente paso...

Ahora entiendo el odioso dicho: "si del cielo te caen limones tienes que hacer limonada", pensé que significaba que había que conformarse con lo que había (cosa que me molesta mucho), cuando que realmente quiere decir que la vida te da señales en forma de limones para mostrarte que nadie es mejor que tú haciendo limonada.  Juan Andrés vino a mi vida para darme muchas lecciones, al igual que cualquier niño le da lecciones a sus padres,  pero las más importantes de todas es que me enseño que soy más fuerte de lo que pensaba, que la felicidad realmente está en las cosas sencillas y que cada día debo ser mejor persona y superarme a mí misma, para poder demostrar que Dios no se equivocó al darme este regalo, porque realmente lo merezco. 
 

 

Nota: puedes leer más historias de otras madres de niños con necesidades especiales aquí. Y si quieres publicar tu historia aquí te digo cómo hacerlo.

Comentarios